Profesor Tacho con su esposa, la maestra Olga Duarte
Sin duda, analizar el papel de la escuela como institución hacia al interior de la sociedad es una tarea compleja por los diferentes enfoques al respecto que, de inicio, reconocen su importancia. Basta leer a Louis Althusser en su concepción de la escuela como aparato ideológico de Estado.
Por ello, con las debidas reservas, en los siguientes relatos -en función del libre albedrío de los personajes- se demuestra el actuar de profesionistas egresados de instituciones educativas, divorciadas o ligadas a la comunidad.
I
EL INGENIERO EN MINAS
Era un 18 de mayo de cierto año de la década de los 50; amanecía y a lo lejos se escuchaba el silbido agradable de una canción romántica. El sonido lo producía don Marianito, quien todos los días pasaba a las 6:00 a. m. rumbo a la mina a cumplir con su trabajo. Haciendo concierto con los pájaros, daba la bienvenida a un nuevo día.
Las amas de casa, que a esa hora salían a regar, barrer y a “tirar el chal”, disfrutaban de sus interpretaciones a sabiendas de que cuando Marianito pasaba cabizbajo y en silencio era porque no había conseguido su carrujo de marihuana.
Cuentan en las cantinas del barrio que en una ocasión alguien le dijo: “Tenga cuidado, dicen que van a correr de la mina a todos los marihuanos”, y que don Marianito le contestó: “No te preocupes, hijo, no creo que la empresa se quiera quedar sin trabajadores”.
La mina en donde Marianito prestaba sus servicios tiene un tiro (en términos comunes: un pozo) de 940 metros de hondo. A ciertas profundidades del tiro, y en forma perpendicular a éste, siguiendo las vetas de diferentes minerales, se han excavado 15 túneles, unos abajo de otros.
Por el tiro sube y baja un rústico elevador, llamado calesa. Por él suben y bajan los trabajadores, se sacan los metales y se mueven todo tipo de materiales y herramientas propias del trabajo minero.
Entrada a una mina
La labor en el interior de la mina se desarrolla a través de cuadrillas, cuyos integrantes pueden ser cuatro o más mineros, de acuerdo a la longitud y tamaño de la veta (vena que contiene el mineral que se está extrayendo, atendiendo a la concesión otorgada por el gobierno federal).
El maquinista es el encargado de barrenar las cavidades de la mina en donde están las vetas; utiliza una pistola de aire para barrenar de frente, o una carabina para barrenar hacia arriba; ambas están montadas sobre un soporte especial, y equipadas con una barra de nueve pies de longitud con punta de diamante en el extremo.
El zorra se encarga de preparar las cargas de dinamita, operación que consiste en insertar la cañuela -mecha de seguridad de ocho pies de longitud- al bombillo de dinamita (cartucho).
La cañuela tiene en la punta que entra al bombillo un casquillo detonador y en el extremo que queda fuera hay otro casquillo que sirve para unirse a un alambre llamado thermolite, que conecta todos los barrenos que se van a detonar. Luego se mete el bombillo hasta el fondo del barreno, para rellenarlo con pólvora, material explosivo obtenido en Dinamita, municipio de Gómez Palacio Dgo, que viene en costales de 25 kilos, llamados mexamon.
Además están los wincheros (generalmente dos) encargados de emparejar el lugar después de la explosión. Esta cuadrilla es dirigida por un contratista.
En un nivel de la mina puede haber varias cuadrillas en diferentes lugares y todas son supervisadas por una o dos personas a las que se les llama sotamineros.
Don Marianito formaba parte de una cuadrilla de trabajo, junto con don Layo, don Carlos y don Marcos. Cierto día estaban preparando una pegada (explosión) cuando llegó el nuevo sotaminero, recién egresado de la universidad.
El ingeniero los interroga sobre el número de barrenos que llevaría la pegada y la respuesta fue que serían 15. Al ingeniero le parecen pocos y ordena que pongan 21.
Los cuatro experimentados mineros le argumentan el por qué deben ser 15, pero el ingeniero de forma prepotente les ordena que pongan 21, que él tiene los conocimientos técnicos profesionales y que sabe por qué lo ordena pero, además, porque él es el jefe y lo tienen que obedecer.
Los mineros le contestan que acatarán sus órdenes a condición de que los acompañe hasta el final.
La cuadrilla continúa su trabajo, conectan todos los bombillos al thermolite y le prenden fuego, luego le dicen al sotaminero: “Ahora sí, ingeniero, córrale", y salen todos corriendo hacia el refugio, previamente establecido de acuerdo a la magnitud de la explosión.
La llegada al refugio fue muy forzada. El ingeniero, más por instinto que por conocimiento, salió tras ellos, pero más afuera que adentro del refugio fue alcanzado por el aire de la explosión, que lo aventó hacia el interior, resultando con escoriaciones en varias partes del cuerpo y una costilla rota.
La empresa pretendió correr a los trabajadores ´por intento de homicidio´ y el sindicato asumió su defensa reconociendo el incidente como un accidente imprudencial. La comisión mixta de seguridad, entre las posturas de la compañía y del sindicato estableció una suspensión temporal por tres meses sin goce de sueldo a los mineros, misma que fue aceptada por ellos.
La solidaridad de los compañeros no se hizo esperar y durante los tres meses de suspensión sin salario, se cooperaron para apoyarlos con el 50% del mismo.
II
EL INGENIERO AGRÓNOMO
Terminaba el otoño aquel año y en la escuela secundaria técnica agropecuaria se empezaba a sentir un fresco agradable que anticipaba un crudo invierno. Don Aniceto (Cheto), responsable del sector agrícola, con su equipo de trabajo, y auxiliado por algunos alumnos, preparaba la tierra que sería sembrada con trigo.
Don Cheto realizaba su trabajo en las parcelas de la escuela. Toda su vida había transcurrido en el rancho y con su experiencia proporcionaba un gran servicio a la institución educativa. Una vez barbechada, repasada, nivelada y sembrada la tierra, atendiendo las indicaciones del banco para poder autorizar el crédito, se hacía el calendario de riego y fertilización.
La preparación de las tierras contemplaba la pendiente que permitiera el riego de forma adecuada, es decir, que el agua corriera sin colgarse y sin estancarse.
Esa pendiente la trazaba don Cheto con estacas que colocaba en lugares donde las consideraba necesarias y con una manguera transparente de un diámetro aproximado de un centímetro que llenaba de agua, sacaba los niveles marcando las estacas. Don Cheto, con base en la Física aplicaba el principio de los vasos comunicantes para marcar los niveles deseados y lograr la inclinación adecuada para el riego.
El ciclo del cultivo del trigo se convertía en una fiesta; a los alumnos que participaban se les abría una tarjeta en donde se registraban las horas de trabajo y en base a ellas, a la hora de la cosecha y de la venta, se les hacía partícipes de un porcentaje de las ganancias.
El riego iniciaba con el llenado de un estanque al que se inyectaba agua extraída de un pozo contiguo. Una vez lleno, se abría una compuerta que soltaba el agua a una acequia derivadora a la cual, a manera de protección se le colocaban unas lonas para sobre ellas montar unas pipas curvas con las que se extraía el agua y distribuirla por el cultivo, produciendo un sonido agradable que se convertía en un arrullo que invitaba a dormir.
Los regadores, para no caer en la trampa del sueño, además de la lámpara y de la pala se acompañaban de un radio con el que sintonizaban en la XELO de Ciudad Juárez, para escuchar en la madrugada la música que se transmitía durante el programa que conducía de forma muy amena el locutor Jesús Soltero Lozoya, mismo que gozaba del desprecio de los ganaderos de Janos y de Balleza, a los cuales peyorativamente acusaba de abigeos.
Esta confrontación nunca llegó a mayores, más allá de la diversión de los radioescuchas. Más temprano que Lozoya, los regadores escuchaban una emisora de Los Ángeles, California, que anunciaba productos hoy llamados milagro: “Laboratorios Mayo”.
La vida cotidiana en la escuela transcurría de forma por demás tranquila hasta que cierto día se presenta un ingeniero recién egresado de una universidad agrícola, con la orden de presentación como titular del sector agrícola.
El entusiasmo con el que el ingeniero asumió su responsabilidad fue tal que se reflejó en cambios radicales y profundos: redujo la participación de los alumnos con el pretexto de no exponerlos a riesgos de trabajo y, centralizando todas las actividades, como el cultivo del trigo, relegó a don Cheto al papel de acarreador de materiales.
Don Cheto, desesperado, acudió ante el director de la escuela para informarle que el ingeniero con su entusiasmo e inexperiencia estaba cometiendo errores graves, sobre todo en el trazo del riego para el cultivo del trigo.
El director le responde a don Cheto que el ingeniero ahora es el responsable del sector y de los resultados; que él, como trabajador responsable y solidario con la escuela, ahora tenía la oportunidad de descansar de las grandes responsabilidades que estuvo asumiendo durante los años en que fue responsable de los cultivos, recomendándole que aprovechara el tiempo libre para sus proyectos personales y, sobre todo, para convivir con su familia.
El trigo empezó a brotar y a crecer y los errores en el trazo del riego no se hicieron esperar. Los lunares en donde el trigo no nació resultaron porque el agua se estancó o se colgó. Fueron muchos y extensos los claros y la cosecha fue un fracaso.
El banco hizo llegar a la dirección un acta en donde señalaba las indicaciones no acatadas, detectadas durante sus visitas de asesoría, mostrando al mismo tiempo su preocupación por la recuperación del crédito.
La dirección de la escuela, en reunión con los agentes involucrados en las actividades agrícolas, enciende las alarmas y les informa que logró renegociar la deuda con el banco y que ya no se pueden dar el lujo de otro fracaso en las siembras de las tierras de la escuela.
Para el siguiente año agrícola, el ingeniero responsable del sector, de manera sencilla y natural solicita a don Cheto que se ponga a la cabeza de los cultivos.
Notas:
1. En el primer relato, se habla de una mina de explotación subterránea. Actualmente la mayoría de las minas se explotan al aire libre, lo que las hace más depredadoras del medio ambiente.
2. Los barrenos se perforan en forma de triángulo y siempre se dejan dos o tres sin rellenar para que la explosión se pueda expandir.
3. En el segundo relato se trata de una escuela que formó parte de las Escuelas Secundarias Técnicas (ESTs) que en nuestro país alcanzaron su auge durante los años ochenta.
4. El banco que otorgaba el crédito a las escuelas secundarias técnicas agropecuarias establecía condiciones para la siembra. Entre ellas, que aceptaran la asesoría para la siembra, los riegos y la fertilización, y la supervisión para vigilar el cumplimiento de sus indicaciones. Todo esto para garantizar la recuperación del crédito otorgado.
5. Los riegos se realizaban en la noche para aprovechar mejor el agua, ya que así se evitaba el incremento de la evaporación que durante el día produce el sol.
III
EL PROFESOR DE PRIMARIA
Iniciaba el nuevo año escolar y el profesor Lalo se presentó en la inspección escolar, en la cabecera municipal. Le acababan de dar el cambio de una zona escolar ubicada en lo más recóndito de la sierra, en donde había permanecido dos años. Al llegar a la oficina del inspector ya estaban ahí tres compañeros más, a la espera de la autoridad.
No habían transcurrido quince minutos cuando llegó el supervisor, un profesor agradable, de amplia sonrisa, que acompañaba su plática con pequeñas dosis de buen humor.
Después de la presentación y de los saludos de rigor, el inspector les muestra a los maestros un mapa de su zona. En él se localizaban las diferentes comunidades y con pequeños rombos de color rojo, las respectivas escuelas.
Al primero que aborda para describirle su lugar de adscripción fue a Lalo; le comenta que la comunidad a la que irá fue una hacienda ´gabacha´ y que es la más cercana a la cabecera municipal, con condiciones muy favorables para su trabajo.
Así lo fue haciendo con cada uno de los otros maestros recién llegados a su zona. Al final les informó que por la tarde pasarían los presidentes de las sociedades de padres de cada una de las escuelas, a recogerlos. Enseguida les indicó en donde estaba la tienda más surtida del pueblo por si querían comprar algunas provisiones y el lugar en donde serían recogidos, un pequeño restaurante (fonda, le llamaban).
Todos salieron muy satisfechos. Los nuevos compañeros de Lalo inmediatamente le preguntaron por la palanca por medio de la cual lo habían ubicado en la mejor comunidad; no logró convencerlos de que no había tal palanca. Después de dar la vuelta por el pueblo y de haber comido en la fondita, habiendo transcurrido unas cinco horas empezaron a llegar por ellos, con lo que el grupo se fue dispersando hasta llegar por el último maestro.
No había transcurrido un mes cuando el inspector citó a reunión de zona para informar sobre el plan de trabajo y hacer la presentación de los nuevos maestros. Previamente a la reunión, en la oficina y ante los compañeros recién llegados, el profesor Lalo increpa al inspector para reclamarle que no era necesario el engaño para ubicarlo en esa comunidad: “Si me hubiera dicho que todavía no tengo los derechos suficientes para una mejor adscripción, lo hubiera aceptado sin ningún problema”, le dijo.
Resulta que el lugar a donde Lalo fue enviado, en el mapa aparentemente era el mejor, pero resultó lo contrario: fue el más pobre e incomunicado y sólo contaba con una brecha por donde transitaban carritos de caballos (el medio de transporte más avanzado del lugar), y con una escuela unitaria, es decir, con un solo maestro.
Las comunidades a donde fueron los demás compañeros estaban un poco más retiradas, pero contaban con escuelas para tres o más maestros, hasta una de organización completa. Ante esta situación, a quienes creían que Lalo había sido adscrito en el mejor lugar, primero los invadió la sorpresa y luego la risa; ante el reclamo de Lalo, el inspector respondió con una sonora carcajada.
La escuela rural
A partir de ese día surgió una profunda amistad entre Lalo y el inspector, que entre otras cualidades tenía la de ser un luchador social de sólido prestigio, lo que llevó a que Lalo se convirtiera en uno de sus tantos admiradores.
La casa del maestro del ejido La Cañada, lugar en donde fue ubicado el profesor Lalo, se encontraba a un costado de la escuela, en lo alto de una loma, como a cuatrocientos metros de distancia de las veinte casas que integraban la comunidad.
Un viernes por la tarde, cuando el maestro leía la pequeña novela de Ignacio Manuel Altamirano, “Navidad en las montañas”, llegó don Salvador para comunicarle que el comisario del ejido lo requería para que lo apoyara en el levantamiento del acta de defunción de un joven arrojado al suelo por un caballo que, asustado, arrancó sin control; su cabeza pegó contra una piedra, lo que le causó la muerte instantánea.
El maestro, acompañado por don Salvador, salió al lugar de los hechos pensando en la redacción de dicho documento, pero al llegar le informaron en detalle del accidente y le entregaron un formato de acta utilizado en esos casos, lo que le facilitó el trabajo.
El domingo, el maestro preparó su caña para pescar y su grabadora; pensó ir al rio en plan de relax y al mismo tiempo, con un poco de suerte, atrapar algún pez. En eso estaba cuando llega el comisario para pedir su auxilio en el levantamiento del acta de la reunión de los miembros del ejido que solicitaban al Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización la ampliación del mismo. El profesor acompaña al comisario y deja para otro fin de semana su día de pesca.
En las conversaciones con personas de la comunidad, se enteró que uno de los maestros más apreciados de todos los que habían pasado por la comunidad, fue el profesor Abel y que el motivo del aprecio se debía a que fue capaz de organizar las más bonitas fiestas.
El maestro Lalo entendió que la evaluación que la comunidad hacía del maestro dependía en un 50% del trabajo en el aula y el otro 50% de la calidad de las fiestas del lugar, cuya responsabilidad en la organización y desarrollo era exclusivamente del maestro.
IV
LA DOCTORA
La vida de Adela, joven doctora, madre de dos hijos, que presta sus servicios en un hospital público, transcurría normalmente hasta que un día de finales de febrero de 2020, llegando al hospital fue convocada a una reunión regional del personal de salud.
En esa reunión les informan sobre una epidemia que había surgido en otros lugares del mundo y que en México, hasta unos cuantos días antes, se veía como algo muy lejano, pero que en estos momentos, ya como pandemia, obligaba a la Secretaría de Salud a tomar medidas preventivas, de allí la urgencia de esta reunión, que da inicio con la presentación de quien dirigiría el evento, llegado desde la capital del país.
La reunión inicia con la contextualización de la pandemia en México: se reconoce que el sistema de salud que se heredó estaba en escombros, lo que en estos momentos no justifica el dejar hacer, dejar pasar, para caer en la indolencia. Se haría una reconversión de la infraestructura hospitalaria existente, iniciando con la designación de hospitales destinados a la atención exclusiva de Covid 19 y hospitales destinados a todos los demás problemas de salud, excepto el coronavirus.
La población considerada como adultos mayores, o con problemas de alguna enfermedad crónico-degenerativa, por ser vulnerable y de alto riesgo sería enviada a casa para su confinamiento, el resto sería sometido a exámenes para determinar su aptitud para atender el problema. Se harían ajustes al presupuesto federal para destinar los recursos necesarios y se acudiría a todas las instancias, incluso internacionales, en busca de los insumos necesarios.
Al término de la reunión se les pidió discreción para no crear alarma innecesaria entre la población.
Al término de la reunión, la doctora Adela no sabía si estaba asustada o confundida; no terminaba de salir de su asombro, cuando es llamada para practicarle exámenes a través de exudados nasofaríngeos, cuyos resultados le entregarían al tercer día, con el fin de saber si estaba en condiciones de integrase a un hospital Covid 19.
Le dan resultados negativos a Covid 19 y la información la recibe con agrado y con responsabilidad. Inmediatamente se pone en contacto con los compañeros que junto con ella estarán en el primer frente de batalla y con algunos de ellos, conscientes del riesgo que junto a la familia van a correr, planean rentar un departamento para permanecer en él mientras se supera el problema de salud.
Al respecto, los responsables del sector salud les comunican que la idea les parece bien y que en ese sentido pedirán ayuda a las autoridades estatales y municipales, para hacer extensiva la intención a todos los que sean asignados a esta tarea y de esa forma proteger a sus familias.
Los acontecimientos se empiezan a desarrollar de forma acelerada y, lamentablemente, también inicia un manejo político del problema: un comunicador informa del primer fallecimiento, lo que resultó ser una ´fake news´ o noticia falsa.
Pequeños grupos de médicos y enfermeras empezaron a protestar por la falta de tapabocas, mascarillas y en general de insumos médicos, pero la mayoría del personal, fiel a su vocación, se mantuvo al margen dedicándose a la atención de pacientes Covid 19, que iban creciendo rápidamente, en condiciones de muchas carencias, lo que les fue ganando el reconocimiento de la sociedad, identificándolos como ángeles de la salud o héroes anónimos.
Para la doctora Adela fue muy traumático el proceso de adaptación a la nueva situación. Cuidando la debida protección, al llegar al trabajo se tenía que enfundar en una especie de traje de astronauta que en verano la sofocaba a tal grado que en ocasiones tuvo que abandonar su puesto.
Por si no fuera suficiente, apenas estaba superando todos esos problemas cuando se empezaron a presentar agresiones al personal de salud en la vía pública y en los supermercados, porque los demás consideraban que eran agentes de contagio. De dichas agresiones ella no fue ajena, afortunadamente el rechazo a tales manifestaciones se dio de inmediato y ampliamente, a la par que se empezaron a dar numerosas expresiones de reconocimiento y agradecimiento.
En un principio todo era confusión; el virus, además de ser desconocido, era impredecible, afortunadamente, conforme la pandemia iba avanzando se empezaban a encontrar explicaciones y algunos paliativos, incluso había posibilidades de contar en un futuro no muy lejano con vacunas que permitieran ver la luz al final del túnel.
Por estudios previos (a partir de 2003) sobre vacunas para otros coronavirus, las vacunas sobre Covid 19 se fueron haciendo realidad hasta llegar a concretarse algunas que superaron todas las pruebas requeridas (Pfizer, AstraZeneca, Sputnik V, CanSino, Sinovac, Janssen/Johnson & Johnson, CureVac AG, Novavax) y con ello empezó a verse una solución al terrible problema de salud.
Los héroes de la pandemia Covid 19, años 2020 y 2021
Durante todo el tiempo de la pandemia, el personal médico se ha mantenido al pie del cañón y al margen de los grupos de interés que tratan de politizar el manejo de la enfermedad, lo que es digno de reconocimiento y agradecimiento.
Más allá de los conflictos de interés en el manejo tanto de este problema de salud mundial como de las vacunas, cabe destacar las escenas de satisfacción y de contento de los adultos mayores cuando salen de los centros de vacunación y, en justicia, también reconocer al gobierno de México por conseguir el suficiente número de dosis para sus habitantes, sin pedir préstamos al extranjero con ese pretexto.
Incluso, del total de los países en el planeta, México ocupa el lugar doce en el avance de la vacunación. En honor a la verdad, y por elemental honestidad, no se puede regatear el reconocimiento al esfuerzo que el gobierno mexicano viene realizando para inmunizar a la población mexicana en contra del virus.
FINALMENTE:
Los cuatro relatos son reales.
El primero se ubica en San Francisco del Oro, Chih., lugar en donde transcurrió mi infancia y donde mi padre fue minero.
El segundo ocurrió en una escuela secundaria técnica agropecuaria donde laboré como maestro.
Lalo y los otros maestros recién egresados fueron mis compañeros en la sierra.